EL COMIENZO DE LAS BARBAS
La barba tiene una larga historia.Seguramente todos habéis visto las representaciones gráficas de esos hombres recontrapelones que eran nuestros antepasados. Todos los «homo» que le anteceden al homosapiens eran barbudos y, además, su enorme quijada no les faltaba a la barba, pues esas injusticias de que «Dios da barbas a los que no tienen quijadas» nacieron con Adán y Eva, que tenían las mandíbulas menos furibundas que los homos.
Los egipcios son los más antiguos enemigos de la barba. Los monumentos egipcios de la primera dinastía son las pruebas más antiguas del afeitado. En cambio, los semitas de Babilonia y Mesopotamia, conservaban largas y bien peinadas sus frondosas barbas. No se hable de los Hebreos, para quienes era sacrilegio rasurarse las mejillas y afeitar a alguien se constituía en una buena prueba de odio y venganza. Lo mismo pasaba con los árabes que ahora, influenciados por la moda de los turcos, se dejan solo el bigote.
Los griegos variaron mucho el uso de la barba. En la época arcaica se rasuraban solo el bigote; más tarde barba y bigote demostraban virilidad y fuerza; significado que cambió a sabiduría, cuando la navaja se difundió y solo viejos y filósofos la conservaron. Por la misma línea andaban los romanos a partir del siglo III a.c., para los que -después de un largo período de barbudería- el rasurado era símbolo de juventud.
Mientras tanto, a los religiosos se les había saltado este pequeño detalle capilar. No establecieron ninguna norma al respecto. Sin embargo, los monjes, sobre todo los orientales, mantenían extendidas barbas; igual que los eslavos y los germanos.
Hasta que en el siglo XII empezaron a volar barbas, y en el XIV casi desaparecieron. Renacieron por el XVI, con varios cortes de moda: perilla, mosca, patilla y otros no menos graciosos. En el XVII otorgaban honor a quien portaba bigote y se esmeraba en rizarlo con tenacillas y perfumarlo con aceite de jazmín. En el XVIII otra vez los bigotes volaron por el uso de pelucas empolvadas, pero volvieron a crecer, junto a una pequeña barba en el Romanticismo del siglo XVIII.
Por último, hoy los gustos y barbones son de todos los sabores.